En la calle del Niza

Aunque no lo sabes, tú y yo hemos estado juntos en esa calle. Ya sé que no es la calle del Niza, sino Espoz y Mina. Pero para mí siempre ha sido esa.

Es un sitio elegante y a la vez algo sucio. Tiene un par de bares que inician la procesonaria del resto hacia Estafeta, y un hotel de no sé si cinco estrellas.

La gente chiquitea los jueves por la tarde-noche. El resto de los días, a una hora más discreta, no suele tener más que un par de señores mayores, esos que son los de siempre, y un perro atado a la cañería.

La calle del Niza es una calle de esquinas. Esquinas en las que giras y te encuentras de golpe con un alguien del pasado. Esquinas en las que te refugias viendo pasar a un grupo de conocidos, y esquinas en las que esperas a que pasen los múltiples vehículos que la frecuentan y puedas cruzarla sin premuras.

No me gusta especialmente. Vuelvo de natación por allí. No más.

La pared del banco que está a un lado de la calle parece de piedra. Rígida al contacto con la espalda.

Y tal que así son las cosas, que aparecí en Espoz y Mina. Y tú entraste por la esquina del Niza y terminamos arrimados. Y me ayudaste a conocer. Pero llegó la hora de abrir los bares en un jueves tarde de medio verano y me desperté al llegar al cuarto botón de tu camisa.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.